Un gran momento

La Historia (con mayúscula) de Estados Unidos está llena de magníficas historias (con minúscula). A través de los cuentos es como los seres humanos aprendemos las cosas realmente importantes. A través de los cuentos aprendimos que no debíamos confiar en el hombre/lobo/extraño. Aprendimos que debíamos superarnos a nosotros mismos, aunque fuera a base de perder primero nuestra casa de paja y después la madera. A través de los cuentos aprendimos que había besos capaces de despertar a la mismísma Bella Durmiente y que un día un príncipe azul vendría a rescatarnos y traería consigo nuestro zapato de cristal.

Estados Unidos ha sido educado a través de mil y un cuentos. Aprendieron, ellos, que de un trozo minúsculo de celulosa podía hacerse la luz. Aprendieron que cavando muy profundo, podía un día cualquiera manar un tesoro con olor a petróleo. Aprendieron que siempre había sitio para una buena idea y una recompensa para una persona constante. Lo que nunca les enseñaron es que los cuentos no tenían por qué ser necesariamente ciertos. Pero ese tema, si les parece bien, ya lo discutiremos otro día.

Hoy quería contarles la historia de cómo un niño negro y pobre llegó a ser un hombre enorme. El niño, que no tenía bastante con ser negro y pobre, además perdió a su hermano pequeño y él se sentiría culpable de su muerte toda la vida. El niño, que no tenía bastante con la pobreza y con la culpa, además, se quedó ciego. Y poco después, huérfano. Aún un poco más tarde, intentaron engañarle, le trataron como a un desecho y hasta seguramente le compadecieron. Sin embargo, el niño pobre, ciego y huérfano se convirtió en un hombre que sabía el volumen exacto al que debía susurrar obscenidades al oído de las mujeres. Cuentan que debía hacerlo en un tono tan perfecto que ninguna mujer le negó nunca un hueco entre sus piernas.

El hombre negro, ciego, con sentimiento de culpa, de origen humilde y huérfano aún se buscó una dificultad más con la que lidiar cada mañana. El hombre ciego le vendió su alma a un diablo que venía en forma de heroína (una palabra demasiado hermosa para una realidad tan cruenta).

Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, el hombre de origen humilde se convirtió en uno de los artistas más complejos, variados y completos de la Historia (otra vez con mayúscula) de Estados Unidos. Este hombre negro se llamaba Ray Charles Robinson y, un buen día, decidió mezclar el jazz con rhythm and blues y luego con gospel. Y más tarde con rock and roll. Y después con country... Y un buen día los norteamericanos se dieron cuenta de que tenían otro héroe para protagonizar un cuento con el que educar a sus hijos.

Estados Unidos está lleno de grandes historias de hombres y mujeres enormes. También de grandes momentos. Sin ir más lejos, ese momento en el que Ray Charles Robinson decidió mezclar el jazz que le había convertido en el músico que era con el gospel con el que probablemente ahogaba la frustración de saberse un niño negro, pobre, ciego, huérfano y culpable. Y, seguramente también, donde encontraba ese consuelo mágico de los dioses y divinidades que tanto gustan a los norteamericanos. En ese momento, Ray Charles, además de una canción, inventó un nuevo estilo musical: el soul. ¿No les dije que era una gran historia?






Algunos teóricos musicales señalan esta canción, I Got a Woman, como la primera del soul.

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