Postdata a la entrada anterior


Hacía mucho tiempo que no me salía del cine sin que la película hubiera terminado. Hacía tanto tiempo que, en realidad, no recuerdo cuándo fue la última vez ni si hubo vez siquiera. Me he tragado auténticos bodrios en salas repletas de venado cuyos graznidos alimentaban mi intolerancia hacia el género humano. Y, sin embargo, he aguantado a los títulos de crédito para insultar al director/actores/productor/guionista/público asistente/mundo en general...

Sin embargo, hoy en Tideland, no he podido aguantar. La película llevaba cincuenta minutos que se me habían antojado cincuenta días (sin pan, sin agua, sin tabaco y sin sexo). Aarón y yo nos hemos mirado y él ha dicho: "Nos podíamos ir a la Fnac". "O a que me golpeen el estómago con una barra de hierro ardiente", he pensado yo. Porque cualquier cosa era mejor que seguir soportando tanto coñazo gratuito.

Así que, si llevados por el Post anterior, pensáis que es buena idea comprar una entrada para la última peli del Monty Python americano, mejor que contéis hasta diez. O hasta mil. Y si no, no digáis que no os lo advertí.

Salud.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pues vaya. Otra vez será.

Besos otra vez.
Unknown ha dicho que…
Tu socarrona advertencia me ha hecho reír, cosa que es de agradecer por partida doble, pero segúramente no te haré p. caso y la veré, y te contaré si aguanté o cuanto tardé.
Besos

Entradas populares de este blog

365 días

Un poema

Johnny Staccato